Consentimiento informado en cirugía de implantes dentales

Unos implantes dentales causan una infección en el cerebro

13 minutos

El paciente, un hombre de 42 años, se sometió a una cirugía de implantes dentales osteointegrados en una clínica privada. A los dos meses, los implantes presentaban movilidad y signos de infección, por lo que fueron inmediatamente retirados. A pesar de que el tratamiento antibiótico, la zona comenzó a segregar un líquido seropurulento, extendiéndose y llegando la infección al cerebro.

Resumen inicial de los hechos por los implantes dentales

Hace unos años defendimos a un estomatólogo, al que habían interpuesto una demanda civil por un importe de 192.831 dólares. El paciente había acudido a nuestro asegurado para la colocación de unos implantes osteointegrados. Para poder llevar a cabo el tratamiento, se extrajeron algunas piezas dentales que eran inviables. Se colocaron en este acto tres implantes sin producirse incidencia alguna.

A los dos meses, los implantes comenzaron a moverse, teniendo que retirarlos dejando una herida abierta que se cubrió con antibiótico. En las revisiones posteriores, aquel espacio comenzó a segregar un líquido seropulento, que fue tratado de nuevo con antibióticos. Las revisiones posteriores mostraron que la complicación evolucionaba, manifestándose ya como una inflamación intrabucal y flemón externo.

A pesar de drenar la herida y cambiar de antibiótico, la infección no remitía. El pus seguía drenando, por lo que se remitió al paciente a un cirujano maxilofacial. El cirujano drenó el absceso que se estaba formando, practicándose al paciente un TAC mandibular. Se solicitó un cultivo y antibiograma, y se dejó puesto un drenaje en la zona afectada.

Una mejora relativa que enmascara problemas mayores: la infección llegó al cerebro

La inflamación en la mandíbula fue remitiendo, pero mostrando síntomas de que migraba. Se comienza a objetivar una inflamación en los párpados contralaterales del paciente. Ante el avance de la infección, se decidió ingresar al paciente en un hospital. Se solicitó un nuevo TAC craneal, que no mostraba alteraciones significativas.

A los pocos días, el paciente comenzó a tener un comportamiento extraño. La infección llegó al cerebro, mostraba un claro deterioro neurológico, por lo que fue trasladado de nuevo a la UCI, donde le repitieron el TAC. Allí, se le diagnostica de por primera vez una fascitis, absceso periamigdalino, trombosis venosa yugular bilateral, absceso pontocerebeloso izquierdo, empiema subdural de la hoz y empiema frontal.

Para poder afrontar semejante cuadro de patologías se intervino al paciente quirúrgicamente por un equipo multidisciplinario de neurocirugía, otorrinolaringología y maxilofacial. A las 48 horas, se le realiza un nuevo TAC craneal y torácico. Se demuestra la persistencia de la nueva infección con extensión a planos musculares profundos, empiema subdural interhemisférico y neumonía bilateral con derrame pleural, evacuándose el empiema cerebral.

El paciente, tras un largo periodo de ingreso hospitalario no exento de complicaciones, fue dado de alta. Presentaba una trombosis venosa yugular, parálisis facial izquierda y parálisis de cuerda vocal izquierda. La infección por los implantes dentales llegó al cerebro.

Demanda por vía civil

A consecuencia de lo anterior, presentan una demanda por vía civil reclamando 192.831 dólares más las costas y los intereses. Se solicitaba una sentencia condenatoria por haber utilizado una técnica inadecuada y contraria a la lex artis, ya que al retirar los implantes que se movían, se debió esperar un periodo de reposo antes de colocar los siguientes. Por otro lado, se consideraba que el seguimiento era insuficiente. También solicitó la condena por no haber sido informado de los riesgos y alternativas de la intervención. No existía la hoja de consentimiento informado a tal efecto.

En la vista del juicio, se debatió si nos encontrábamos ante una obligación de medios o de resultados. La jueza en la sentencia determinó que, en muchas ocasiones, la distinción entre medicina curativa y medicina satisfactiva no resulta clara. Determinó que, en este caso, el paciente no acudió solamente por motivos estéticos, sino también funcionales, ante la inviabilidad de sus dientes remanentes inferiores, optando por tres implantes osteointegrados que pudieran permitir la utilización de prótesis removibles. Por lo tanto, la obligación era de medios, si bien se debía determinar si la técnica utilizada por nuestro asegurado era correcta.

Principales valoraciones sobre las consecuencias de los implantes dentales

Tras el examen de las pruebas practicadas en la vista, el interrogatorio de nuestro asegurado, testigos y varios peritos, se llegó a la conclusión de que la técnica de la reimplantación inmediata era correcta siempre que no existiesen focos infecciosos activos. De hecho, uno de los peritos testigos, de profesión maxilofacial, defendió que la infección sufrida por el paciente no se desprendía de la colocación inmediata de los implantes. La auxiliar que declaró como testigo y el análisis de las anotaciones en la historia clínica se tomaron también en cuenta por su señoría.

El Juez llegó al convencimiento de que el seguimiento realizado por el facultativo podía calificarse de exhaustivo y correcto, llegando a la conclusión de que el causante de la infección era un microorganismo que se encontraba dentro del cuerpo humano, no siendo la causa de la infección ninguna falta de asepsia durante la reimplantación.

Llegados a este punto, se valoró en Sala el hecho cierto de que el tratamiento se realizó sin que el paciente firmara ninguna hoja de consentimiento informado. La defensa, en relación a la información del paciente, se mantuvo sobre las anotaciones contenidas en la propia historia clínica, donde se anotaba «se toman datos para anamnesis sobre alergias y enfermedades y finalmente explicamos detalladamente cómo es la intervención, así como los riesgos que lleva asociada (presente la auxiliar de la clínica) acepta el presupuesto y tratamiento».

Razona el Juzgado que la mención genérica que figura en la historia clínica no permite considerar acreditado que al paciente se le informó del riesgo que luego se verificó en la patología sufrida. A lo anterior, suma la doctrina jurisprudencial que considera que la vulneración del deber de obtener el consentimiento informado constituye una infracción de la lex artis ad hoc. Supone todo ello título suficiente para la imputación de la responsabilidad del facultativo.

Conclusión

Lo anterior nos enseña la importancia de disponer de un consentimiento informado. Para llevar a cabo la defensa, tuvimos que acudir a un perito cirujano maxilofacial y a un testigo perito -también maxilofacial-, entre otros medios de prueba. Se obtuvo un buen resultado al haber acreditado que la técnica y el seguimiento fueron correctos. Pero la ausencia del preceptivo consentimiento informado se consideró una infracción de la lex artis, que debía llevar aparejada una estimación al menos parcial de la demanda.

Al no poder equipararse la intensidad de la culpa derivada de una mala praxis en un acto médico, al que comporta la omisión o insuficiencia de información sobre un riesgo, como era el caso. La cantidad indemnizatoria se reduce finalmente en un 60%. De haber firmado el consentimiento informado el paciente, la condena habría sido cero. En ese supuesto caso, se habría desestimado completamente la demanda. Resaltamos, una vez más, la gran importancia de ofrecer un completo consentimiento informado a nuestros pacientes.

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